la mesa, aquella que hace un par de semanas era baja, no lo es más. sigue siendo larga, pero hoy es una extraña tabla con camilla. le hemos agregado patas y, por una de ellas, un nombre: pata negra. ahora es alta, elevada, ideal para dibujar pie en tierra. sobre la mesa, tres objetos: una manzana, un canto rodado, un hueso de vaca. hablamos otra vez de formas, de estructuras; de la belleza, sencillez, fortaleza y levedad de los huesos. con el hueso empuñado viene a la mente 2001, la película de kubrick, el libro de clarke, y una serie de gestos, la mímica. "open the pod bay doors, hal." y con el fruto, la piedra, el hueso, pasando de una mano a otra, hablamos de la historia humana, de sus guerras fratricidas, de la sucesión de generaciones. hablamos de mi hijo, de sus nuevas palabras favoritas: murciélago, espantoso, perfecto, plátanos. hablamos de lo que él, por su edad, ya no vio, y de lo que nosotros, por la nuestra, no alcanzaremos a ver. hablamos de nuestro entorno, de los cambios en el barrio, de nuestros vecinos. de los jóvenes zapotecos que hace ocho años llegaron a la ciudad de méxico, robustos, inocentes, ilusionados, en busca de una mejor vida. y en este tiempo no han dejado ese cruce, dos manzanas al noreste de la fundación, donde malviven limpiando parabrisas. y hablamos de una visita reciente a su casa, en el fondo de un hoyanco infame que no sé qué compañía constructora desgarró de la tierra sobre la gran avenida esperando multiplicar sus ganancias con algún anodino edificio de oficinas. allí, mucho más abajo de donde habitan los demás, un pequeño cubo de cartón, láminas y plásticos, los aloja por las noches. (bienvenido al hotel boston, dice vicente. ¿el hotel boston? sí, ¿no llamó usted? ah, sí, lo intenté, pero no me dio línea. es que nos cortaron el teléfono ayer, responde riendo, rodeado por los seis perros que ha adoptado.) hace poco esa casa ardió en llamas. dicen los zapotecos, en su aún precario español aprendido desde que dejaron atrás su pueblo, cercano a guelatao, que el incendio fue intencional, que la policía los deja en paz, pero la gente, la gente, ésa no. y no dudo de la posibilidad de esta vileza, y sin embargo, mientras narran lo ocurrido, buscan en cuclillas en el piso de tierra, apenas iluminados por un par de veladoras, una piedra de coca qué fumar. hoy, muy temerosos por el miedo que su presencia despierta, han llenado de trampas el declive que lleva a su casa. hablamos también de los otros vecinos, dos cuadras al poniente de la fundación: los de las murallas, los vidrios oscuros, los coches de lujo, cancerberos a la puerta, dinero a raudales. y como la conversación gira en torno a la convivencia, la comunidad, la ocupación y habitación digna y respetuosa de los espacios, un libro de
kisho kurokawa se hace sitio en la alta mesa. y nos perdemos en su idea de simbiosis, de la pluralidad de valores, del principio de vida, y en la multitud de sus
proyectos. y entonces nos invade el poema de martí i pol: "...tenim a penes / el que tenim i prou: l’espai d’història / concreta que ens pertoca, i un minúscul / territori per viure-la. posem-nos / dempeus altra vegada i que se senti / la veu de tots solemnement i clara. / cridem qui som i que tothom ho escolti. / i en acabat, que cadascú es vesteixi / com bonament li plagui, i via fora!, / que tot està per fer i tot és possible."