miércoles, marzo 23

conversaciones en la fundación iii

en una esquina de la fundación, entre los ventanales que reciben la fresca sombra del manto vegetal, bajo las máscaras llegadas de otras latitudes y la dorada flor de cardo que recolectamos en una excursión reciente, hay un acuario en forma de L, donde tres peces dorados dan vuelta día con día al anguloso espacio en que habitan. hoy, en la que alguna vez fue la única pecera-galería del hemisferio occidental, es primavera. miles de huevecillos yacen sobre las piedras del fondo. hace unos días que el macho (un ryukin según la clasificación japonesa) y las dos hembras (ambas hana fusa) hicieron lo suyo. una nube de hongos, a pesar de la sal marina y el verde de malaquita, avanza sobre la hueva alimentándose de ella. la conversación tira más hacia el wishful thinking: ¿cuántos nacerán? ¿ cuántos sobrevivirán? y de los estantes sale la bella y breve guía "goldfish" de yoshiichi matsui. el popular ryukin, dice, es de origen chino y, según un registro, data de la dinastía ming, mientras que los hana fusa, también llegados del otro lado del mar de la china, se creían extintos, pero el propio autor halló algunos ejemplares hace cincuenta años en el pueblo de koriyama. hablamos de hongos, de los que nutren y los que matan. llega de los estantes un libro de josé juan tablada, aquel japonista mexicano, el del jardín nipón en coyoacán tomado por los primeros zapatistas, el que se enteró de la decena trágica por su mayordomo japonés, el admirador de hiroshigué y creador de haikú ("trozos de barro, / por la senda en penumbra / saltan los sapos"). tablada, en el preámbulo a sus "hongos mexicanos comestibles", escribe: "hace tiempo que se formula en mi ánimo, tomando las reiteradas insinuaciones de un deber que hay que cumplir, el propósito que hoy realizo de contribuir directa y materialmente al bienestar patrio. pero así dicho parece ambicioso lo que como se verá es bien modesto. dejando a un lado circunloquios aclararé que ese propósito se reduce a poner un platillo más en la mesa de los humildes. y bien humildes han de ser los que necesitan que les dé algo quien, como yo, tan poco tiene. ese platillo, esa vianda tan antigua, solían comerla nuestros ancestros indios y sin embargo aparecerá novedosa; es abundante y tan rara no obstante en nuestros menús como el caviar de rusia, el ‘bumaló’ bengalí o las trufas del perigord; la desperdiciamos en nuestras tierras y la importamos de las exóticas a precio de oro. puede ser el pan de los pobres (una de sus variedades se llama ‘pambazo’), y no obstante, como la famosa ‘brioche’ de la princesa decapitada, es el regalo de los ricos. son todos estos misterios del hongo, que tiene derecho a irradiar misterios pues es en sí todo misterio." y como las lluvias han comenzado, planeamos la próxima excursión en busca de cantarelas, setas, pambazos y otras delicias del sotobosque. de fondo suena zappa, y la conversación se vuelca hacia su origen checo y el tiempo que trabajó al lado de vaclav havel, y hacia el origen de otros músicos, como freddie mercury, nacido farrokh bulsara en zanzíbar, de famila iraní. y entonces llega el atlas a la alta mesa y nos adentramos por las costas de tanzania en los relatos de esa antigua base comercial entre asia y áfrica, centro productor de clavo, el gran mercado de esclavos por el que pasaron livingstone, burton (el políglota, el primer europeo en medina y la meca, el traductor de las mil y una noches, el kamasutra y el ananga-ranga), speke, stanley, y perdidos, cruzamos áfrica buscando la tumboa, la extrañísima planta que puede vivir mil quinientos años, en los desiertos de namibia. the song remains the same.

domingo, marzo 20

dislexia

perdí la noción del conocimiento

tuve sed de hambre

perdí la cocción del tiempo