(los primeros versos de un corrido ya olvidado)
cuando la vida era un juego
me la jugaba
he olvidado el nombre de un amor
de adolescencia
y me duele en el alma perder
esa existencia
bring me my bow of burning gold! / bring me my arrows of desire! / bring me my spear! / oh clouds, unfold! w. blake
cuando la vida era un juego
errando andaba. errando ando. de pie entre los matorrales, añoro. esos tantos que no fui y sí: el niño jacques costeau, el pequeño submarinista; el félix rodríguez de la fuente, miniatura, a un ocelote abrazado; el que sabía leer música y practicaba el piano en la vieja casa de adobe del ebanista y sus herramientas, bajo los fresnos, a un lado de la avenida que, para él, era el río amazonas cada vez que regresaba con una bolsa de plástico, una liga, agua y un par de pececillos vivos; el que alimentó conejos un verano en un pueblo bávaro, de riachuelo y molino de agua, y fiesta de la cerveza; aquel que fui tantas veces edmond dantès, una y otra vez enamorado de mercedes, pero la historia del conde del islote de montecristo invariable; y luego de la maga, desde luego, entre los puentes y las petites rues parfois pavées de parís; el egon schiele adolescente, cuerpo en línea y trazo, del deseo encogido.
okavango. si penetro el pantano, si las huellas lodos son, si hollar el fango es rendición, un mudo y lento paso al origen, acuoso, febril, de varas de sed entretejido, si tranco y planto, zancada tras zancada, con un cayado apoyado, si miro y moro entre manglares, he cruzado el desierto.
To a Dark Moses
Come slowly, Eden