metz (aire)
en torno al fuego, con el clan, mientras reparo el arco y escucho a los viejos improvisar de nuevo las historias, recuerdo ese otro desierto donde acabo de estar, de ser: la barranca de metztitlán. las espinas inundan las móviles paredes de roca, pero en el fondo de la barranca, el río venados fecunda varias cosechas al año. un sitio de contrastes, magnífico. allí, acompaño de nuevo al entrañable amigo de los agaves, el biólogo chileno, el de la pipa y el poeta de isla negra, el adolescente en la dictadura, el compadrito, el que me sacude las espinas cada vez que comienzan a ahondar de nuevo la llaga, el maestro del tai-chi. allí, recorremos las barrancas, compartimos la soledad, nos creemos bluseros. él les habla a las plantas, toma muestras, se pelea con el gps, pone banderitas en sus mapas. yo, recojo piedras, las sopeso, acumulo lajas, siembro hitos en el desierto: muros, ciudades blancas, paredes perforadas. ensayo una pieza, y otra, y otra más. y las dudas sólo encienden la concentración. después, trenzo ramas, construyo coronas de espinas, que buscan más bien ser nidos a la manera de nils-udo; registro los petroglifos: los rombos concéntricos (el ojo de dios), el venado, la mano abierta rodeada por un círculo de puntos. los días pasan, la luna nos sigue. y cada noche, armar la bitácora de lo vivido. el mole de olla. las leyendas del convento agustino. los cementerios escondidos, en estos días tan vivos. el silencio, los aullidos. pasar el día de brecha en brecha escuchando sólo el eco de los derrumbes. posar y reposar bajo los órganos. y las aves: el verduguito, los cernícalos, las garzas en la laguna. como aquí, en el kalahari, donde la vía láctea (las cenizas arrojadas por la niña que decidió el cielo) aún vibra abrasando el horizonte. y después, terminar la salida allí donde comienza la huasteca: molango ("tierra de dios, capital del mundo y sucursal del cielo"): el magnífico atrio desde donde la mirada se pierde entre las montañas, la lluvia, las nubes, la neblina; el plato huasteco, el mercado, los marquesotes y el chocolate caliente; las coreografías de los zanates al atardecer mientras arman su propia bitácora. días de respirar en plenitud. y el arco no termina de quedar bien, le falta tensión, no está afinado, pero como diría pacheco: "no importa que la flecha no alcance el blanco / mejor así / no capturar ninguna presa / no hacerle daño a nadie / pues lo importante / es el vuelo la trayectoria el impulso / el tramo de aire recorrido en su ascenso / la oscuridad que desaloja al clavarse / vibrante / en la extensión de la nada".
2 huellas
jijos!
too much: es uno de mis poemas preferidos de JEP
de hecho este lo iba a 'postear' aquí en tu blog
pff
;)
saludos ablucinados,
Bb.
tenía una flecha,
pero jamás encontré arco para lanzarla.
entonces cogí la flecha y la até al tallo
de una planta joven
para afirmar su delicado retoño
en dirección a la luz.
rabbe enckell
bosquimano,
susto y flecha
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